La idea de un único creador bueno, implica de forma natural que lo que es, es bueno; así, el mal no tiene realidad positiva y hay que considerarlo como una pura falta, carencia, un agujero ontológico, por así decirlo. El mal es la ausencia de algo que tiene que ser, por tanto, sólo podemos conocer y definir el mal haciendo referencia a Dios y al Ser. Lógicamente, el bien tiene una precedencia obligatoria; el mal o no-ser es conceptualmente dependiente del bien.
Leszek Kolakowski |
En una experiencia que no está iluminada por la sabiduría divina, el bien y el mal, en cuanto que distintos del placer y el dolor, no aparecen, dice el filósofo polaco Leszek Kolakowski, podemos conocer el sufrimiento, el temor y la muerte, pero los conocemos como hechos naturales, como algo que hay que evitar. Debemos la distinción moral a nuestra participación en los tabúes. Y la distinción aparece en la experiencia como consecuencia de aquéllos de nuestros actos que violan un tabú y traen así el desorden al mundo. Dicho de otro modo, sabemos realmente lo que es bueno al saber lo que es malo y conocemos el mal haciéndolo.
El Dios del Génesis vio que Su creación era buena, pero las criaturas carecían de ese conocimiento y añade Kolakowski: “Nuestros primeros padres tuvieron que hacer el mal antes de saber lo que era el bien y el mal; su pecado les llevó al conocimiento y les hizo humanos. Esto puede expresarse de un modo más general. Lo Sagrado se nos revela en la experiencia de nuestro fracaso. La religión es la conciencia de la insuficiencia humana, se la vive en la admisión de nuestra debilidad. Esto era lo que hacía tan odioso el cristianismo para Nietzsche, como lo testimonia su Anticristo y sus otros escritos”.
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