Valerie Oppenheimer muestra en su libro Work and the family que lo primero en cambiar a la hora de trabajar la mujer fue el comportamiento que, al hacerlo, dio nacimiento a un nuevo conjunto de normas y valores. Nada prueba que estos cambios sustanciales en la participación de la mujer en la mano de obra fueran motivados por cambias previos en las actitudes con respecto al papel de cada sexo. Por el contrario, vinieron después que los cambios comportamentales, lo que indica que los cambios en la conducta propiciaron gradualmente cambios en el papel atribuido al hombre y a la mujer, más que a la inversa. Además, los hechos muestran claramente que el inicio de estos rápidos cambios en el comportamiento de la mujer como partícipe de la mano de obra fue muy anterior al nacimiento del movimiento feminista.
No les fue difícil a las mujeres tener la idea de conseguir trabajo fuera de casa; lo que les costó fue materializar esa idea en un comportamiento. No hay nada inherentemente más complejo en la idea de que los hombres deban dominar a las mujeres que en la idea de que las mujeres deban dominar a los hombres. La dificultad surge cuando un género obtiene una ventaja política sobre el otro y dicha ventaja se asienta en diferentes grados de poder. ¿Qué fuerza impele a los iraqueses a creer que la ascendencia debe fijarse exclusivamente en función de las relaciones maternas? Los judíos y los musulmanes tienen prohibido el cerdo. Esta idea forma parte de su religión, decimos. Pero ¿Por qué tienen dichas religiones esa idea? Sólo cuando se
tiene en cuenta el comportamiento y se sitúa en el contexto de la situación material concreta podemos comprender las fuerzas que provocan que se piensen determinadas ideas y no otras. No cabe duda de que el comportamiento y las ideas deben verse como elementos de una interrelación. A corto plazo, las ideas guían efectivamente la conducta pero, a largo plazo, es el comportamiento el que guía y da forma a las ideas, dice el antropólogo estadounidense Marvin Harris.
Marvin Harris |
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