Contaba el profesor Erich Fromm que una mujer que acude a un psicoanalista suele comenzar muy a menudo diciendo, doctor, “tengo” un problema. “Tengo” por cierto un matrimonio feliz, “tengo” también dos hijos, pero “tengo” muchas dificultades. Todas sus frases están construidas con referencia al “tener”. Todo el mundo aparece como objeto del tener. Anteriormente se habría dicho: me siento desdichada, estoy satisfecha, estoy preocupada, amo a mi marido o quizás no lo amo o dudo al respecto. En este caso la persona habla de lo que es, es decir, de su propia actividad, de los sentimientos que la agitan, pero no sobre un objeto o una posesión. Pero los hombres expresan cada vez más todo ser con sustantivos, que entonces se vinculan con la palabra “tener”: tengo todo —y soy nada.
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