Los padres tienen que ser padres y ejercer como tales, y con criterio, para así proteger siempre a sus hijos de peligros y demás circunstancias adversas. Pero protegerlos
también es decir no sales a estas horas porque aún no tienes la edad suficiente o estás castigado por lo que has hecho. Si te lo permito hoy, dentro de unos años serás un pequeño delincuente. Esto también es ser buena persona, y encima requiere un gran esfuerzo.
Los hijos no pueden faltarles al respeto a sus padres, y eso solo lo pueden saber si sus padres se lo enseñan con el ejemplo desde bien pequeñitos. A un niño hay que educarlo con firmeza, que no con dictadura, y dejándole bien claro desde pequeñito quién lleva el gobierno del hogar.
Carmen Romero escribe que los hijos quieren saber y necesitan saber que sus padres son grandes y valientes. “Con grandes, me refiero a la capacidad de tomar decisiones; con valientes, a la capacidad de enfrentarse con arrojo ante la adversidad. Algunos niños que entran en las cárceles de menores, desde el mismo día que llegaron al
mundo aprendieron que lo normal es que el padre los apalee, que la madre maldiga constantemente la hora en la que lo trajo al mundo. Les hacen creer que son ellos los culpables de todas las tragedias de sus progenitores. Saben que a los que llaman padres les da absolutamente lo mismo lo que ocurra con sus vidas. Prefieren que los metan en los centros, para así no tener que verlos. Solo su presencia les molesta. Jamás nadie les dio un beso, los acarició o les dijo ¡qué dibujo más bonito has hecho!, que duermas bien, angelito mío, ni nada absolutamente que les haya hecho sentirse queridos. Otros, los menos, son éstos a los que sí se quiso
mucho, pero a los que jamás se les prohibió nada. Los convirtieron en pequeños dictadores de la casa, haciéndoles creer que todo está permitido. Unos por exceso y otros por defecto no han obrado adecuadamente. No han sido buenos educadores. ¿Qué ocurre con esos progenitores que han hecho que un niño sea así? Nada. Que nadie piense que esto ocurre solo en las familias más desfavorecidas económicamente. Cada vez más son niños que pertenecen a familias de nivel económico medio-alto. Es lógico. A mayor casa, más posibilidades de perder a los hijos de vista”.
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