Francis Fukuyama sostiene que “los mercados funcionan sólo cuando están regulados de forma estricta por Estados con sistemas legales que funcionan y tienen capacidad de imponer normas relativas a la transparencia, los contratos, la propiedad, etcétera”. Y que, “a pesar de promover dos décadas de rápido crecimiento económico, el neoliberalismo logró desestabilizar la economía mundial y socavar su propio éxito. La desregulación fue útil en muchos sectores de la economía real, pero resultó desastrosa cuando se aplicó en el sector financiero en las décadas de 1980 y 1990”. “Las instituciones financieras se comportan de manera muy diferente a como lo hacen las empresas en la economía real. A diferencia de una compañía fabricante, un gran banco de inversiones es sistemáticamente peligroso”, añade, recordando el desplome de Lehman Brothers en 2008. “Si alguna vez hubo un argumento a favor de la necesidad de una gran institución estatal centralizada, fue en esa ocasión”.
“Cuando se fomentó que la liquidez circulase sin obstáculos a través de las fronteras internacionales bajo la influencia de las ideas neoliberales, se produjeron crisis financieras con una regularidad alarmante”. Es decir, la doctrina básica es correcta; el auge de algunos países (fundamentalmente asiáticos) a finales del siglo XX, o la disminución de la pobreza mundial, no habrían sido posibles sin la expansión del comercio, pero las llamadas consecuencias distributivas hicieron que quedara gente fuera de ese progreso, gente, dice Fukuyama, a la que no le consuela que los ingresos de los propietarios de las empresas que les acaban de despedir vean cómo suben sus acciones y aumentan sus bonificaciones.
“El liberalismo bien entendido es compatible con una amplia gama de protecciones sociales proporcionadas por el Estado”. En otras palabras, la responsabilidad individual que el liberalismo pide a los individuos no es incompatible con la intervención del Estado cuando aquellos se vean sometidos a circunstancias adversas fuera de su control. “Los países escandinavos, con sus amplios estados de bienestar, siguen siendo sociedades liberales… Gran parte de la hostilidad liberal al Estado es simplemente irracional. Los Estados son necesarios para proporcionar bienes públicos que los mercados no proporcionarían por sí mismos”. O políticas sociales para mitigar los efectos nocivos del libre mercado, políticas sociales que, por cierto, también critican los neoliberales, apunta Fukuyama. En todo caso, la acusación de que el liberalismo conduce inevitablemente al neoliberalismo ignora gran parte de la historia reciente.
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