No es pecado ser rico, lo que no se puede es vivir para uno mismo y olvidarse de los demás. Decía el papa Juan Pablo II que “hay una hipoteca social sobre los bienes de la tierra. Lo injusto es que el rico Epulón ignore al pobre Lázaro que está a su puerta. El rico, en verdad, no hace daño a nadie, no se dice que sea malo. Sin embargo, tiene una enfermedad peor que la de Lázaro, que estaba "cubierto de llagas": este rico sufre una fuerte ceguera, porque no es capaz de ver más allá de su mundo, hecho de banquetes y ricos vestidos. No ve más allá de la puerta de su casa, donde yace Lázaro, porque no le importa lo que sucede fuera. No ve con los ojos porque no siente con el corazón. En su corazón ha entrado la mundanidad que adormece el alma”.
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