Los sabios rabinos enseñan que alguien que inspira a otra persona a hacer una buena acción es más digno de elogio que la persona que la hace (Talmud, Bava Batra 9a). Del mismo modo, es más admirable quien hace felices a los demás que quien busca su propia felicidad. Hacer felices a los demás es un acto descrito como “luz directa” que ilumina ( אור שִ י שִ שר ), mientras que la alegría que se refleja en la persona que hizo felices a los demás se denomina “luz que regresa” o “luz reflejada” ( אור חו ר זר ). La luz reflejada penetra el origen de la alegría y por lo tanto tiene una ventaja sobre la luz directa. La alegría vuelve a la persona que la despertó, capacitándola para llevar alegría a los demás, formando un ciclo interminable de regocijo y de alegría.
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