Difundida desde las universidades y las redacciones de grandes medios de izquierdas como The New York Times, The Washington Post o The Guardian, la ideología woke ha alcanzado amplia repercusión en la opinión pública y en la cultura popular de dentro y fuera de EE.UU. Sus manifestaciones más llamativas incluyen el derribo de estatuas; la quema de libros de Astérix, Tintín o Lucky Luke; el sándwich LGTB de Marks & Spencer; las matemáticas con perspectiva de género; el pulso entre Disney y el gobernador de Florida, Ron DeSantis, por la ley conocida como “No digas gay”; o el cómic protagonizado por el hijo de Superman, un joven de 17 años que “lucha contra el cambio climático, participa en protestas contra la deportación de refugiados y es bisexual”, en palabras de la escritora Leila Guerriero. El periodista Andrew Sullivan, quien cree que el estirón del fenómeno woke llegó a mediados de la década 2010. Fue entonces cuando “un nuevo y curioso vocabulario” comenzó a ponerse de moda en determinados medios de comunicación. “Términos que antes eran casi totalmente oscuros, se convirtieron de repente en omnipresentes”. Y cita, entre otros ejemplos sacados de The New York Times, los siguientes, no binario, masculinidad tóxica, supremacía blanca, queer, transfobia, blancura… No es disparatado relacionar el fervor mediático por este lenguaje con el cambio de actitudes registrado por Yglesias.
Kimberlé Crenshaw,acuñó el término interseccionalidad para aludir al solapamiento de dos o más formas de discriminación, fruto de la confluencia de varias “identidades oprimidas” en una misma persona o grupo. Por ejemplo, mujer negra lesbiana. Esta noción permite comprender por qué Black Lives Matter (BLM) considera que la lucha contra el racismo es inseparable de la lucha contra el patriarcado, la “heteronormatividad” o el capitalismo.
La batalla real comenzó cuando Donald Trump decidió entrar de lleno en este asunto en septiembre de 2020, a tan solo dos meses de las elecciones presidenciales que perdió contra Biden. Además de prometer una educación patriótica en los colegios públicos y de condenar la propaganda tóxica de la TCR y del Proyecto 1619, lo más sonado fueron dos decretos presidenciales. Uno, prohibir la financiación con fondos federales de cualquier formación basada en los postulados de la TCR o sus derivados; el otro, para crear una comisión encargada de defender el “legado de 1776”. El mismo día que Joe Biden tomó posesión como nuevo presidente de EE.UU., el 20 de enero de 2021, anuló esas dos órdenes ejecutivas, lo que da idea de la importancia que ambos mandatarios dieron a esta cuestión.
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