Abraham Lincoln es de origen muy modesto, autodidacta, trabajador incansable, sube los peldaños de la vida política gracias a la fuerza de su voluntad y se convierte en el 16.º presidente de los Estados Unidos. Su elección se encuentra en el origen de la guerra civil pero, en un solo mandato, logra preservar la unidad de la nación americana y resolver la cuestión de la esclavitud, que corrompe el país desde su creación. Aunque la Guerra de Secesión, de gran envergadura, oculta a menudo sus otras aportaciones. Lincoln será quién permitirá la reconstrucción del país, principalmente gracias a su economía de guerra, a la regulación del acceso a la propiedad y al inicio de las obras para el ferrocarril. El 20 de mayo de 1862, ratifica el Homestead Act (Ley de Asentamientos Rurales), que regula el acceso a la propiedad privada, y también da comienzo a las primeras obras de construcción del ferrocarril. El 1 de enero de 1863, la declaración de emancipación de los esclavos entra en vigor. Todos los esclavos de los Estados en rebelión son declarados libres. Esta decisión desata la cólera de una parte de la población, opuesta al abolicionismo, y algunos ponen en marcha complots con el objetivo de matar al presidente. No obstante, esto no impide que Abraham Lincoln intente hacer que esta decisión entre en la Constitución de los Estados Unidos, sometiéndola primero al Senado en abril de 1864 y después al Congreso en enero de 1865. Adoptada tras debates animados y encendidos, Abraham Lincoln, reelegido en noviembre de 1864, no conocerá ni su ratificación final por la mayoría de los Estados, ni su entrada en vigor en diciembre de 1865: el 14 de abril de 1865, mientras asiste con su esposa a la representación de una obra de teatro, un joven simpatizante sudista, John Wilkes Booth (1838-1865), dispara contra él y lo hiere de gravedad en la cabeza. Lincoln muere al día siguiente, y su cuerpo es trasladado a Illinois para ser enterrado.
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