jueves, 7 de diciembre de 2023

Doctrina del intervencionismo liberal

La guerra étnica en Yugoslavia no fue, como en Occidente muchos supusieron irreflexivamente, una mera recaída de los Balcanes en comportamientos típicos, una versión moderna de conflictos ancestrales. Sin embargo, tenía unos antecedentes históricos cruciales, aunque recientes, la canalización de la desafección causada por los crecientes fracasos del comunismo en Yugoslavia durante los ochenta hacia el nacionalismo étnico. Tito, que había muerto en mayo de 1980, había reprimido implacablemente durante su largo mandato las reivindicaciones étnicas, gobernando Yugoslavia con puño de hierro y una fuerte autoridad personal que empleó para mantener un cuidadoso equilibrio de intereses en su complejo estado. Esas reivindicaciones, añadidas a las profundas hostilidades que persistían desde la segunda guerra mundial, habían estado latentes bajo la superficie y afloraron con fuerza cuando el comunismo no dio respuestas a las crecientes y generalizadas dificultades sociales y económicas. Las divisiones étnicas de Yugoslavia fueron el crisol en el que se desarrollaría la tragedia. En 1986, hasta el 88 % de los eslovenos y el 70 % de los croatas afirmaban no estar dispuestos a afiliarse al Partido Comunista. Incluso en Serbia, la república dominante del estado federal, el porcentaje ascendía al 40 %. La decreciente influencia de la ideología comunista conllevó un resurgimiento de las creencias religiosas, un factor divisivo, pues los serbios ortodoxos, los croatas católicos y los bosnios musulmanes empezaron a identificar la religión como un signo de identidad étnica.
A Tito se le empezó a describir cada vez más como un autócrata decadente cuyo lujoso estilo de vida privado contrastaba con los principios socialistas que defendía en público. Slobodan Milošević, un político con habilidades tácticas que había progresado inexorablemente en su carrera hasta convertirse en el líder del Partido Comunista Serbio, se diera cuenta de que la explotación del nacionalismo étnico, en lugar de la promoción del comunismo, era la mejor forma de engrandecer su propio poder y el de Serbia.

En Srebrenica, los soldados holandeses de la ONU se habían mantenido al margen, impotentes, mientras hombres y niños musulmanes eran arrastrados a su ejecución. La guerra de Bosnia contribuyó a que Occidente se convenciera de la necesidad de adoptar la que se conocería como la doctrina del intervencionismo liberal (o humanitario); es decir, la creencia de que las democracias occidentales tenían que actuar contra los abusos de poder de los gobiernos para proteger los derechos humanos de aquellos a los que esos regímenes amenazaran.
Referencia: Ascenso y crisis de Ian Kershaw



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