La Transición española presentó el primer modelo de democratización desde dentro hacia afuera, en el cual las leyes e instituciones del régimen autoritario fueron utilizadas para llevar a cabo una transformación completa hacia la democracia, cuenta Stanley George Payne, profesor emérito de Historia de la Cátedra Hilldale-JaumeVicensVives en la Universidad de Wisconsin-Madison (EEUU), miembro de la American Academy of Arts and Sciences y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia española.Un modelo que fue seguido, mutatis mutandis, en Iberoamérica y en casi todos los países comunistas de Europa del Este. Uno de los requisitos del modelo español era el rechazo de la política de la venganza, lo que significaba evitar cualquier búsqueda política o judicial de “justicia histórica”. Esto fue plenamente acordado por todas las principales fuerzas políticas, siendo por ejemplo los partidos de izquierda unánimes en su insistencia de amnistía total para todos, y seguido de una nueva andadura democrática que comenzaría con un borrón y cuenta nueva. Con algunas excepciones, este rasgo del modelo español se siguió en otros países. A pesar de las atrocidades y crímenes extraordinarios de los regímenes comunistas, se hizo poco esfuerzo por acusar o enjuiciar a los responsables de aquellos sistemas autoritarios.
En la campaña electoral de 1993,Felipe González comenzó a subrayar que un voto al Partido Popular equivaldría a regresar al franquismo. Esto quizás pudo ayudar a los socialistas a ganar aún esas elecciones, pero no les sirvió en 1996, cuando las perdieron, y menos aún en 2000, cuando el Partido Popular alcanzó la mayoría absoluta. Dice Payne que una vez escapado el genio fuera de la botella, esta apelación se convirtió en una táctica cada vez más común de la izquierda y también de los separatistas regionales. La expresión “memoria histórica” empleada por la izquierda española desde finales del siglo XX constituye una contradicción en sus términos, algo que en estricta lógica no puede existir. La memoria genuina es estrictamente individual y subjetiva y con mucha frecuencia falaz. Incluso las personas de buena fe recuerdan constantemente detalles bastante distintos a lo que en realidad sucedió. La memoria no puede definir ni explicar completamente los eventos pasados,dice Payne, sino que proporciona una versión o interpretación del pasado. La “memoria histórica” jugó un importante papel en esta ofensiva y fue adoptada como un programa clave cuando los socialistas regresaron al poder de la mano de José Luis Rodríguez Zapatero en 2004, después de un importante ataque terrorista en Madrid. Entonces, el programa de la memoria insistió en que la democratización de España se había basado en un “pacto de silencio” que se negaba a afrontar los crímenes del franquismo y no había reconocido y honrado a sus víctimas.Pero el “pacto de silencio” es simplemente un eslogan propagandístico. Nunca existió tal cosa.
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