Escribe G.K. Chesterton que “nadie había imaginado la posibilidad de Dios viviendo entre los hombres, hablando con funcionarios romanos y recaudadores de impuestos. Pero la mano de Dios que había moldeado las estrellas se convirtió de repente en la manecilla de un niño que gimotea en una cuna. Ese hecho, admitido en bloque por las civilizaciones occidentales durante dos milenios, es lo más asombroso que ha conocido el hombre desde que apareció sobre la faz de la Tierra.”
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