No existe de hecho ni sombra de evidencia de que la inteligencia fuera producto de ninguna evolución en absoluto. Ni existe el menor indicio de que esta transición se produjera lentamente o incluso de que se produjera de forma natural. Desde un punto de vista estrictamente científico, sencillamente no saltemos nada de cómo se desarrolló o si hubo un proceso de desarrollo o cómo fue su constitución. Podemos encontrar un rastro interrumpido de piedras y huesos que débilmente hagan pensar en el desarrollo del cuerpo humano. Pero no existe el más débil indicio que nos lleve a pensar en un desarrollo semejante de la mente humana. No existía y comenzó a existir. No sabemos en qué momento o en qué infinidad de años. Algo sucedió, y tiene toda la apariencia de una acción que trasciende los límites del tiempo. No tiene, por tanto, nada que ver con la historia en el sentido que habitualmente se le da.
El hombre eterno (G. K. Chesterton)
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