George Orwell dijo que la responsabilidad primordial reside en poder decir a la gente lo que no quiere oír. John Stuart Mill dijo que aunque todos coincidiéramos en una proposición crucial, sería esencial que prestásemos oído a la única persona que discrepa, para que la gente no olvidara el modo de justificar su acuerdo original. Rosa Luxemburg declaró rotundamente que la libertad era, ante todo la libertad de quienes pensaban de otra manera. John Milton, en su Aeropagítica, proclamo que, creyera lo que uno creyera que era cierto, debía exponerlo a las razones de quienes erraban, porque sólo en una lucha limpia y abierta podría la verdad pretender o esperar refrendo. Frederick Douglass anuncio que los que esperaban la verdad o la justicia sin lucha eran como los que podían imaginar el mar sin la imagen de una tempestad.
Los conflictos pueden ser dolorosos, pero las soluciones indoloras no existen en ningún caso, y buscarlas conduce al doloroso resultado de la inutilidad y el absurdo; la apoteosis del avestruz, escribe Christopher Hitchens.
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