El duque de Windsor haciendo el saludo nazi en Alemania en 1937
Se cierne la tormenta (1948). En ese trabajo, el primer volumen de su obra La Segunda Guerra Mundial, Churchill desdeña la “patética creencia” de que el amor pueda ser alguna vez el fundamento de la paz. Relata el fracaso de la clase política británica para proveer el liderazgo moral y político necesario en los años posteriores a 1933. Confrontados a una dictadura que rechazaba la ética cristiana y se mofaba de la ley internacional, las democracias prevaricaron ante una provocación tras otra, y permitieron a Alemania rearmarse y establecer su dominación política y militar sobre el continente europeo. Churchill sintetizó célebremente el tema de ese volumen con la frase “cómo los pueblos de habla inglesa a través de su imprudencia, negligencia y buen carácter permitieron a los impíos rearmarse”. Su dramático relato de cómo se llegó a una “guerra innecesaria”era una acusación del fácil consentimiento que dieron los pueblos democráticos al levantamiento del poder alemán, así como una crítica a la crueldad de Hitler y los nazis.
Churchill sugiere que la “opinión pública” es el dios reinante del orden democrático y que raramente refiere a verdades incomodas a pesar de que la autopreservación nacional esté en juego. Más aún, el pueblo está más dispuesto a responder a las alarmas del humanitarismo que a las severas demandas del coraje.
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