Para Dale O’Leary, investigadora de la asociación Médica Católica de EEUU y autora de diversos libros sobre el tema, la ideología de género es un sistema cerrado contra el cual no hay forma de argumentar. No puede apelarse a la naturaleza, ni a la razón, la experiencia o las opiniones y deseos de las mujeres normales. No importa cuántos argumentos y datos se acumulen contra sus enunciados; todo ello se deberá siempre a las construcciones sociales. Y a esos roles impuestos por una educación que nos empuja y obliga a ser como somos pero que en realidad, según los ideólogos del género, no es como realmente somos. Y es que la ideología de género, pese a no tener bases científicas ni reales en que fundamentarse, se hace invulnerable por el sistema de no permitir el análisis, ni la confrontación con esa realidad, como sería exigible para cualquier teoría. No puede apelarse a la naturaleza humana, porque los ideólogos del género no creen en ella y en la existencia de una base biológica que afecta al comportamiento y al resto de los planos que conforman al ser humano. No puede apelarse a la razón porque sus fundamentos exigen la fe incondicional de sus adeptos puesto que no hay bases científicas que los demuestren. No puede apelarse a la experiencia cotidiana que muestra las diferencias de gustos y comportamientos entre los sexos desde la infancia, porque dicen que toda esa experiencia está manipulada y es fruto de una imposición de estereotipos mediante la educación. No puede apelarse a las opiniones y deseos de las mujeres actuales, que se encuentran en una situación de igualdad en dignidad y derechos con el varón y no están de acuerdo con esa deriva del feminismo que las desprecia por sus diferencias con el hombre porque, según esta ideología, esas mujeres están alienadas y no saben lo que les conviene. Y lo que les conviene, según los ideólogos del género, es ser exactamente como hombres.
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