El cristianismo es una religión que en sus formas dominantes rechaza la teocracia y reconoce la autonomía de la autoridad temporal dentro de su propia esfera. Acepta la legitimidad de las dos ciudades, la “ciudad de Dios” y la “ciudad del hombre”, escribe Daniel J. Mahoney. Manent en su libro La raison des nations: Réflexions sur la démocratie en Europe (2006) manifiesta: “si la separación de la Iglesia y el Estado es valiosa como regla de nuestras acciones, se empobrece si hacemos de ella la regla de nuestro pensamiento”. Hacer de ella la regla de nuestro pensamiento es negar la direccionalidad de la mente humana hacia la verdad, hacia la “soberanía del objeto”. Es impedir permanentemente a la libertad buscar un compromiso con los fines y propósitos de la libertad humana.
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