viernes, 11 de febrero de 2022

Quien no experimenta ninguna alegría por su propia vida preferirá destruir la vida

Erich Fromm, destacado psicoanalista, psicólogo social y filósofo humanista de origen judío alemán escribe que “lo que atrae es siempre lo vivo. Una persona es atractiva por su vitalidad. La gente cree hoy, así decimos nosotros los hombres y nuestra industria del maquillaje se lo hace creer a las mujeres, que es amada y atractiva si se colorea el rostro de ésta o aquella manera, según determinadas reglas, o lo frunce de un modo especial o imita una cierta expresión que considera muy de moda e interesante, y son muchos los que caen en eso, por lo común gente con poca personalidad. En realidad hay sólo una cosa atractiva, y es la vitalidad. Se puede observar que dos personas destinadas a enamorarse se atraen mutuamente porque el deseo de agradar y de atraer hace que se muestren más vitales que de costumbre. Y lo lamentable en muchos casos es que luego de lograr su fin, cuando ya se “tienen”, su deseo de parecer vitales disminuye mucho y después, de golpe, cambian totalmente, hasta que por último, pasado un tiempo, dejan de amarse. Incluso ya no saben por qué se enamoraron, pues ya no son los mismos. El otro ya no es hermoso, porque ya no tiene la belleza que la vitalidad había impreso en su rostro”.


Erich Fromm

Quien no experimenta ninguna alegría por su propia vida, se vengará y preferirá destruir la vida, más bien que aceptar que no puede darle ningún sentido a la propia, dice Fromn, está fisiológicamente vivo, pero anímicamente muerto. Surge así el placer activo de la destrucción y la pasión por aniquilar a todos, incluso a sí mismo, más bien que aceptar el hecho de que uno ha nacido pero no encuentra la manera de ser un hombre vivo. Éste es un sentimiento muy amargo para quienes lo experimentan, y no es mera especulación suponer que el deseo de destruir es una reacción casi forzosa.

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