La ceguera al talento campeaba sobre todo en las habilidades de tipo económico. Antes del siglo XVII, las habilidades para los negocios se asociaban mayoritariamente a los judíos marginados, cuyo supuesto talento para hacer dinero producía desprecio. En El mercader de Venecia de Shakespeare, los buenos cristianos son incompetentes en materia de negocios. En parte, por eso son caballeros.
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