La democracia tiende a la corrupción cuando su principio, la libertad e igualdad de los seres humanos, se convierte en un dogma irreflexivo que erosiona las tradiciones, las instituciones de autoridad y los presupuestos espirituales que permiten al ser humano llevar adelante vidas libres, civilizadas y decentes, advierte el profesor Daniel J. Mahoney.
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