"Muchas, muchas mujeres han sido objeto de campañas de intimidación que van desde ser acosadas en las redes sociales o denunciadas ante sus empleadores, hasta sufrir doxing (divulgación de información personal) y amenazas directas de violencia, incluida la violación. Ellas y sus familias se han visto sumidas en un estado de miedo y angustia por el único motivo de que se niegan a aceptar acríticamente que el concepto de identidad de género debe reemplazar al de sexo" (tuit de J.K. Rowling del 22 de noviembre). Mujeres, feministas, de todos los ámbitos, aunque los casos de cancelación más recientes, y más ruidosos, han tenido lugar en el mundo académico y universitario. El pecado de todas ellas es cuestionar las leyes de autodeterminación del sexo legal; defender que el sexo es real e inmutable, que no se puede elegir a voluntad y que el concepto "mujer" está en riesgo si se admite, como quiere el activismo trans, que para ser mujer es suficiente con sentirse mujer.
Kathleen Stock |
En noviembre, Kathleen Stock, catedrática de Filosofía, renunció a su puesto en la Universidad de Sussex tras las acusaciones de transfobia y de varios actos violentos protagonizados por activistas trans. El recinto universitario fue empapelado con pasquines exigiendo su despido y se quemó una figura con su nombre. Las acusaciones se intensificaron tras la publicación de su libro “Material Girls. Por qué la realidad es importante para el feminismo”, en el que desarrolla una crítica de la idea de la identidad de género. Stock denunció haber sido víctima de un ostracismo medieval por escribir sobre el sexo biológico, la identidad de género, los derechos de las mujeres y las demandas transactivistas.En la Universidad de Oxford, un estudiante transgénero puso en marcha en octubre de 2020 una campaña, suscrita por unos 500 alumnos y exalumnos, pidiendo la expulsión de las profesoras Selina Todd y Senia Paseta. Fue la respuesta al nombramiento de las docentes para dirigir un nuevo programa sobre Igualdad y Desigualdad de la Mujer en la Oxford Martin School.
Maya Forstater |
Fuera de las universidades, las mujeres también han sido despedidas o han tenido que renunciar a sus trabajos por las acusaciones infundadas de odio o de transfobia. El caso más conocido es el de Maya Forstater, que resume su experiencia: "He pasado los últimos dos años atrapada en una pesadilla kafkiana. Todo comenzó a principios de 2019, cuando perdí mi trabajo en un grupo de expertos en desarrollo internacional por decir que el sexo importa; que ser hombre e identificarse como mujer no es lo mismo que ser mujer". "Cuando busqué representación legal para presentar una demanda contra mi exempleador, dos importantes bufetes de abogados se negaron a aceptar mi caso y uno lo abandonó unos días antes de que yo lanzara una petición de financiación colectiva por su preocupación de ser acusada de transfobia. Cuando me quejé ante la Autoridad de Regulación de Abogados, me dijeron que no era una violación de los estándares profesionales examinar y rechazar clientes. Mientras tanto, busqué otro trabajo en el sector del desarrollo internacional, pero me dijeron que era demasiado controvertida para contratarme”. Maya perdió el juicio en el tribunal laboral pero posteriormente obtuvo una sentencia favorable que reconocía que su afirmación de que el sexo es real está respaldada por la Ley de Igualdad y por el derecho a la libertad de expresión.
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