“Todo lo que existe está dotado de significado. Hasta mi propia inercia, la torpeza habitual de mi cerebro, me parece llena de sentido. Mi cuerpo me parece entonces compuesto sólo de signos por los que todas las cosas me son reveladas”, escribe el ensayista austriaco Hugo von Hofmannsthal. Decía el filósofo R. W. Emerson que “la marca de la sabiduría es percibir lo milagroso en lo ordinario”. Y ese conocimiento, esa experiencia de revelación es, al mismo tiempo, una experiencia de bienaventuranza, de sublime alegría presidida por “un sentimiento de felicidad sin nombre” que conduce “al corazón mismo de la paz”.
Escribe Friedrich Th. Widerberg en el prologo de Carta de Lord Chandos de Hugo von Hofmannsthal, que la Carta de Lord Chandos nos indica explícitamente y con nitidez la que quizá sea la única salida posible en una situación de crisis integral que es, de hecho, la misma en la que, un siglo después, seguimos viviendo: “Creo que podríamos entrar en una relación nueva y mágica con la existencia, por poco que comenzásemos a pensar con el corazón”. “Pensar con el corazón” poco tiene que ver con sentimentalismos melifluos; el “corazón”, en todas las tradiciones espirituales, es un órgano de comprensión, y pensar con el corazón es ver con los ojos del alma, que transcienden los de la mera razón, para captar esa “presencia de infinito” que late en el fondo de toda la existencia.
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