Gilbert Keith Chesterton trataba a sus adversarios como personas respetables, y ellos, a su vez, se comportaban con él noblemente. Durante casi tres décadas mantuvo un constante debate con George Bernard Shaw; es posible que si alguna vez hubieran llegado a agotar sus fundamentales desacuerdos hubieran iniciado otra vehemente polémica sobre, por ejemplo, la climatología. A pesar de ello, ambos fueron siempre buenos amigos, cuenta su biógrafo James Thompson, cada uno de los cuales reconocía en el otro cualidades que estaban por encima de sus diferencias de corte intelectual. Otro de los habituales contendientes de Chesterton fue H. G. Wells, el cual representaba a sus ojos un claro ejemplo de persona embriagada por el progresismo moderno. Los dos contendieron amablemente, y Chesterton alababa a Wells como una de las joyas literarias de Inglaterra.Por el contrario, con William Inge, deán anglicano de San Pablo, perdió con frecuencia la paciencia debido al intransigente modernismo del deán. A pesar de ello, la sangre jamás llegó al río. Sólo con un oponente, Ernest Barnes, obispo anglicano de Birmingham, llegó a perder la paciencia y se dejó llevar por la ira. Pero es que el obispo hacía gala de una perfecta combinación de invencible ignorancia y absoluta cabezonería que hubiera acabado con la paciencia y la caridad del mismo Señor.
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