Universidad de los Andes |
Para Omar Rincón , profesor de la Universidad de los Andes, los medios de comunicación se han convertido en actores políticos y económicos cruciales de las democracias contemporáneas. Su poder reside en su capacidad para influir en el poder. Los medios de comunicación han pasado a jugar la batalla del poder. Y esto es así porque en el siglo XXI perdieron su transparencia de encarnar la libertad de expresión y muchos de ellos se convirtieron en militantes de un modelo de sociedad y de gobierno.
Los grandes conglomerados de medios se escudan en la libertad de expresión para evitar acciones del Estado.La libertad de expresión determina que se necesita que los medios sean lo más libres que sea posible. El problema es que, de acuerdo con Pedro Vaca, director de la Fundación para la Libertad de Prensa, la ecuación se distorsiona por la incidencia de recursos y de relaciones. “No toda la información está disponible, pudiendo estarlo. Hay decisiones conscientes de no darla o de dar solo determinada parte de la información para proteger los intereses económicos o las relaciones de los medios”. Los medios pueden tomar ventaja de sus privilegios y no utilizarlos solo en pro del buen periodismo y el bien común. De acuerdo con el investigador argentino Martín Becerra, la libertad de expresión se “convierte en una suerte de fetiche a medida que sirve para validar la posición de quien la invoca”. Ni los medios ni los periodistas pueden hoy responder a la antigua idea del periodismo aséptico. La producción y la distribución de la información responden, siempre, a intereses políticos y económicos.
La captura corporativa de lo público se vuelve aún más amenazadora cuando entran las empresas transnacionales de big data, dice Omar Rincón, que obtienen el control de la datos sobre los sujetos y la sociedad gracias a nuestros rastros digitales, que no tienen ninguna vinculación territorial y que pertenecen enteramente al mundo global. Las transnacionales de big data “desarrollan un inmenso poder de lobby para evitar legislaciones nacionales y regulaciones contrarias a la concentración de posiciones dominantes”. También controlan, vigilan y censuran sin que nos demos cuenta. Y esto se hace vía Netflix y Amazon, Facebook y Google, Wallmart y los gobiernos. Las empresas y los gobiernos han abrazado la religión de los datos con el objetivo de extraer rendimiento económico y político de toda esta información. La orientación a los datos es la nueva forma de centrarse en el cliente (negocio) y vigilar terroristas (ideología).
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