Motín de los gatos |
Uno de los obstáculos más graves para que se materializasen los proyectos en España de Luis XIV (1643-1715), llamado “el Rey Sol” era la postura antifrancesa de quien estaba al frente del influyente Consejo de Castilla, el conde de Oropesa, que ejercía sus funciones desde 1696 y era un declarado partidario de una sucesión austriaca. Los proborbónicos, cada vez más numerosos, urdieron una trama para provocar su caída, a pesar de que se trataba de un gobernante competente, que en una etapa anterior de gobierno había logrado la necesaria estabilidad monetaria, imprescindible para una recuperación económica, después de las alteraciones vividas durante el reinado de Felipe IV. Le atacaron por su flanco más débil, la ambición desmedida de su esposa, que no había vacilado en participar en turbios negocios que le habían rendido pingües beneficios, a costa de maniobras especulativas. La condesa de Oropesa había acaparado grandes cantidades de trigo, aceite y otros artículos de primera necesidad para beneficiarse, sin el menor escrúpulo, vendiéndolos a precios muy elevados en los momentos de carestía. El cardenal Portocarrero, presidente del Consejo de Estado, y el corregidor de Madrid, el popular don Francisco Ronquillo, aprovecharon una crisis de escasez con el consiguiente encarecimiento del precio del trigo para acusarla de lucrarse con el hambre del pueblo y promover un motín contra Oropesa. Fue el llamado motín de los Gatos, que tuvo como resultado el destierro de Oropesa de la corte.
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