El diablo no ha creado un segundo mundo, sino que opera como un parásito sobre el que ha creado Dios. Se trata del mismo mundo, pero hechizado, y el es el príncipe de este mundo imaginario, porque solo existe a través de nuestros ojos, convicciones y pasiones. Por esta razón las cosas a las que estamos encadenados son irreales, pero las cadenas que nos atan a ellas son muy reales, dice el escritor rumano Nicolae Steinhardt.
Y añade Steinhardt que el diablo solo nos puede ofrecer lo que posee, es decir la ilusión. Mientras nuestra relación con esta ilusión o con este fantasma esté fundada en nuestro acto de adhesión, él mantiene su palabra, da lo que ha prometido. Pero en el momento de la muerte, o de un estremecedor arrepentimiento, o de cualquier otra ocasión de balance, cuando nos vuelven a llamar a la realidad, está claro que el trato “se liquida” y se comprueba que la aportación diabólica es meramente ilusoria, un simple reflejo en el espejo….. El padre de la mentira solo tiene poder sobre la imagen desviada, sobre el error y la esencia corrupta. Es el principio del terror, porque es terrible ver que, de hecho, estas encerrado y contratado (contratado quiere también decir reclutado y a sueldo como un criado) en una inmensa construcción quebradiza, errónea, que ha de derrumbarse necesariamente como un castillo de naipes.
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