miércoles, 14 de junio de 2017

Muchos se derrumbaban debido a la tensión del combate continuado.

General George Patton 
El general George Patton abogaba por fusilar a los cobardes, y  abofeteó, en Sicilia, a un soldado con fatiga de combate al que acusaba de simularla. Los altos mandos británicos del norte de África e Italia rogaban a su gobierno que restaurara la pena de muerte por deserción, como en la primera guerra mundial. Otros mandos, cuyas opiniones prevalecieron, estaban a favor de proporcionar atención psiquiátrica (así como la atención médica tradicional) en puestos de auxilio avanzados. Reconocían que la mente, sujeta a la amenaza cotidiana de la muerte, los impactos de bombardeos aéreos y de artillería de alta velocidad, el miedo a minas y trampas explosivas, la desnutrición, una higiene deplorable y la falta de sueño, infligía heridas tan reales como las del cuerpo. 

Muchos se derrumbaban debido a la tensión del combate continuado
Proporcionar atención a hombres destrozados, así como comida caliente, buenas ropas y descanso, hacía que su restablecimiento y vuelta al campo de batalla fuera más probable que mediante amenazas de ejecución por fusilamiento. Pocos desertores eran cobardes. Muchos se derrumbaban debido a la tensión del combate continuado, tras haberse enfrentado al enemigo del Eje sin descanso durante, a veces, meses enteros. Debido al defectuoso sistema aliado de reemplazo de tropas en el frente, se forzaba a los hombres hasta más allá de su límite. El mal liderazgo ejercido por suboficiales pobremente entrenados, muchos de los cuales se abstenían de entrar en combate personalmente, dejaba a los jóvenes soldados sin ninguna inspiración a la hora de soportar oleadas de artillería a lo largo de líneas de combate a menudo estáticas, cuenta el escritor e historiador Charles Glass.

En cualquier compañía, batallón o división, los altos índices de deserción apuntaban a fallos en la línea de mando y aprovisionamiento, de los que tan responsables eran los líderes como los hombres que desertaban. La cohesión en las unidades de combate era mala, como demostraron estudios de posguerra, dice Glass, porque se distribuía individualmente a los soldados de reemplazo por diferentes
Su propia muerte parecía inevitable. 
compañías y divisiones, en lugar de como cuerpos de hombres que se conocían y confiaban los unos en los otros. Algunos hombres desertaban cuando todos sus demás compañeros de unidad habían caído y su propia muerte parecía inevitable. 

desertores 
Los que mostraban más simpatía hacia los desertores eran los demás soldados del frente. En algún momento todos habían tenido la tentación de abandonar el combate mediante la deserción, disparándose en el pie o quedándose atrás cuando se les ordenaba avanzar. Raro era el soldado de infantería que recomendaba a sus colegas no abandonar la línea de combate. Lo sorprendente no es que tantos hombres desertaran, sino que lo hicieran tan pocos.

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