La peste negra. |
La muerte, en la segunda mitad del siglo XIV, estaba a la orden del día. Por ello la literatura y el arte tuvieron que recoger su temática. El clima de horror puesto en circulación por la difusión de la Peste Negra y las restantes mortandades se vio plasmado, desde el punto de vista literario, en el tema de las Danzas Macabras. La muerte invitaba a bailar a los humanos, a los que iba llamando en función de su posición en la estructura social, pues comenzaba por los Papas y los emperadores y concluía por los humildes labriegos. Por lo general, el tema daba pie para efectuar una aguda crítica social de los diversos acompañantes, de la muerte, la cual, en última instancia, jugaba un papel democratizador, al igualar, por decirlo con las palabras de Jorge Manrique, a los que viven por sus manos y los ricos.
Es posible que la primera Danza Macabra elaborada fuera la francesa. La Danza de la Muerte castellana, de autor desconocido, data, al parecer, de comienzos del siglo XV. También el arte recogió la herencia de las mortandades. El esqueleto o el cadáver putrefacto, el rostro carcomido, etc., son figuras que se multiplican desde finales del siglo XIV. A través de ellas los artistas deseaban recordar a sus semejantes el fin que aguardaba a todos los mortales. Las pinturas murales del camposanto de Pisa, atribuidas a Traini, constituyen un buen testimonio de la presencia viva del tema de la muerte en la Europa del siglo XIV. En la decimoquinta centuria la nota distintiva de las esculturas fue, en contraste con el sereno clasicismo del siglo XIII, la melancolía, expresión inequívoca de un mundo doliente que, no obstante, se resistía a ser víctima de la tragedia. Otras muchas manifestaciones de la vida del espíritu recibieron asimismo el impacto de las pestes.
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