La cuestión de los refugiados sirios en el Líbano se está volviendo insostenible, por su costo económico y su presencia masiva, 900.000 en el mes de septiembre, según el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, pero otras fuentes hablan de 1,5 millones de refugiados, en un país de 6 millones de habitantes. La preocupación no solo radica en el costo de esta presencia sino también en los desequilibrios sociales, políticos y religiosos que ésta conlleva, subraya el economista libanés Fouad Khoury Hélou, en un análisis publicado en L’Orient-Le Jour.
El primer dato que salta a la vista, según Hélou, es la alteración demográfica y comunitaria que se ha producido en Siria. Antes de la guerra, los sunitas representaban el 70% de la población, hoy se estima que son el 50%. Y en las regiones costeras y grandes centros urbanos como Damasco y Alepo, los que permanecieron se desplazaron hacia el norte o hacia el sector oriental, instalándose en el territorio que por años estuvo controlado por el Estado Islámico. "Esto podría llevar a pensar que Damasco quiere limitar su repatriación y mantener a estas poblaciones fuera del país, lo que complica cualquier debate al respecto. En los últimos años se han adoptado diversas medidas para permitir que el Gobierno se haga cargo de los bienes de las personas desplazadas (clasificadas como "terroristas"), postergando y obstaculizando su regreso". Esto se combina con una creciente internacionalización de la cuestión, con intereses opuestos, particularmente entre Rusia, los Estados Unidos y Europa, y tensiones y divisiones que afectan especialmente a los tres "países afectados: Líbano, Siria e Irak”. Moscú "se ha instalado en el corazón de Siria, y despliega un papel de comodín en este nuevo equilibrio”. Para el Kremlin, el retorno de los desplazados no puede prescindir de una necesidad evidente, la reconstrucción del país, en la que Moscú pretende desempeñar un papel protagonista. Para el bloque occidental la prioridad es traer de regreso a los que huyeron, restableciendo un clima de seguridad bajo el control de los organismos internacionales. Y luego proceder con la reconstrucción.
La posición del Líbano es cada vez más delicada. Por un lado, exige la repatriación de los refugiados sirios, pero por otro debe lidiar con los intereses de Damasco, de Hezbollah y Teherán, que no tienen ninguna prisa en organizar su retorno.
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