Oh, hermanos, hermanos, vean el milagro que se realizó en mí; maldije a Dios y Él me bendijo; yo le he huido y Él me encontró, yo quería huirle y Él me alcanzó. Porque no hay escapatoria de su amor, ni triunfo sobre su fuerza. Él me venció, y nada hay más dulce, hermanos míos, que ser vencido por Él. (Jeremías de Stefan Zweig)
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