San Agustín. |
San Agustín entendió la actividad de la mente como fundamento de la medida temporal. Consideró el problema de medir el tiempo que tarda una voz en emitir un único sonido. Es evidente que, antes de que empiece el sonido, no podemos medir el tiempo que va a tardar, pero cuando ya se ha producido, ¿cómo podemos medirlo si ya no existe? Tampoco podemos medirlo en el presente si entendemos el presente como un instante indivisible, en realidad momentáneo y sin duración.
San Agustín, escribe Gerald James Whitrow, llegó a la conclusión de que podemos medir el tiempo sólo si la mente tiene el poder de retener para sí la impresión que dejan las cosas a su paso, incluso después de que se hayan ido. En otras palabras, no medimos las cosas en sí mismas, sino más bien algo que permanece fijado en la memoria. Es la impresión que deja en la mente el paso de los acontecimientos lo que medimos, pues después de que sucedan sólo queda esta impresión. La mente tiene el poder de adentrarse en el futuro por medio de la previsión y en el pasado por medio de la memoria. En el presente sólo existe la atención del alma, mediante la cual el futuro se hace pasado y sólo cuando la disminución constante del futuro del sonido se ha convertido completamente en pasado, la mente puede medirlo en términos de algún modelo preconcebido. San Agustín no explicó cómo la mente puede ser un cronómetro preciso en la datación de acontecimientos externos, pero como pionero del estudio del tiempo psicológico está en primera línea de los que han contribuido a la comprensión de nuestro sentido del tiempo.
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