Cuenta el profesor Bruquetas de Castro que el general Francisco Franco sentía autentica antipatía hacia la masonería y esto era consecuencia lógica de lo que aprendió en los libros que resaltaban el espectáculo de la masonería influyendo en carreras militares y en la ruina del imperio español. Pero la masonería siempre le siguió como una sombra. Su hermano Ramón fue masón. Su padre admiraba a los masones. Uno de los más importantes jefes sindicales fraguados en la Cruzada, Salvador Merino, resultó ser masón. Su fotógrafo particular, Campúa, había sido masón, y tanto doña Carmen como su hija siempre desconfiaron de que hubiera dejado de serlo.
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