“Se comprende muy bien la impaciencia, la angustia, los deseos inquietos de quienes no se resignan ante la injusticia personal y social que puede crear el corazón humano. Tantos siglos de convivencia entre los hombres y, todavía, tanto odio, tanta destrucción, tanto fanatismo acumulado en ojos que no quieren ver y en corazones que no quieren amar. Los bienes de la tierra, repartidos entre unos pocos; los bienes de la cultura, encerrados en cenáculos. Y, fuera, hambre de pan y de sabiduría, vidas humanas tratadas como simples cosas, como números de una estadística”, escribía Josemaría Escrivá, y añadía que “humanamente el trabajo es fuente de progreso, de civilización y de bienestar”. “El trabajo profesional es medio imprescindible para el progreso de la sociedad y el ordenamiento cada vez más justo de las relaciones entre los hombres”.
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