jueves, 21 de marzo de 2019

Imaginación

Decía Capmany y Montpalau que la imaginación es aquel poder que cada uno tiene de representarse en su entendimiento las cosas sensibles. Esta facultad intelectual depende originalmente de la memoria, pues vemos los hombres, los animales, los montes, los valles, los ríos, los mares, los cielos y sus fenómenos. Estas percepciones entran por los sentidos, la memoria las retiene, y la imaginación las compone. Por esto los griegos llamaron a las musas hijas de la memoria. La imaginación, siempre que no se abusa de ella, es una de las bases del gusto, es necesaria al escritor que compone y al orador que conmueve; porque la fría razón, cuando no va acompañada, apaga el gusto en un escrito ameno y en el alma del oyente. Si la imaginación es mas permitido a la poesía que a la elocuencia, es porque el discurso oratorio debe apartarse menos de las ideas comunes y generales. Y como el orador en algún modo habla el lenguaje del mundo, la imaginación, que es lo esencial en la poesía, es lo accesorio en la oratoria.

La imaginación algunas veces es tan necesaria como la razón al hombre que ha de persuadir a los demás; porque en un discurso, no solo es necesario decir verdad, mas también revestirla de imágenes, para hacerla interesante a la imaginación de los oyentes. Si tuviésemos por oyentes o lectores puras inteligencias, u hombres mas racionales que sensibles, para agradarles bastaría exponerles sencillamente la verdad, y entonces el orador no se distinguiría del geómetra. Pero como en la mayor parte de los discursos se habla a hombres que no quieren oír sino lo que pueden imaginar, que creen no conocer sino lo que pueden sentir, se hace en algún modo necesario que el que habla se valga del auxilio de las imágenes, las cuales poniendo a la vista los objetos, sostienen la atención.

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