Maria I de Inglaterra y Felipe II |
A finales de 1554, algunos tribunales episcopales ingleses, la reforma de Eduardo VI había revertido y todos los obispos eran, una vez más, católicos, iniciaron procedimientos contra ciertas personas acusadas de herejía. El 1 de febrero de 1555 murió en la hoguera la primera víctima de esta persecución. Muchos observadores europeos en Londres, convencidos por propia experiencia de que la hoguera no era la solución, se manifestaban horrorizados. El rey Felipe II, que en ese momento residía en la corte de Inglaterra, sin embargo, carecía de poder para intervenir. Decidió enfocar el problema de otra forma. El siguiente domingo, 10 de febrero, su confesor, fray Alfonso de Castro, pronunció un sermón en presencia de la corte real en el que “vehementemente protestó contra los obispos por llevar hombres a la hoguera, y manifestó simplemente que ninguna Escritura hablaba de quemar por el bien de la conciencia; sino que por el contrario dichos hombres deberían vivir y ser convertidos”. Las ejecuciones se detuvieron, posiblemente a raíz de la prédica. La respuesta directa de Felipe al problema de la persecución religiosa fue evidentemente moderada, manifiesta el historiador británico Henry Kamen.
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