Concilio de Trento. |
El Concilio de Trento concedió al pueblo cristiano lo que tanto había anhelado durante decenios: doctrina, formación, piedad y pastores. El concilio de Trento deseó fundamentalmente reformar el clero en su conjunto, y lo consiguió. Los obispos de finales del XVI fueron mejores que sus antecesores, tanto en el sentido de su responsabilidad religiosa, como en su formación, su sentido pastoral y sus exigencias morales. Su gran modelo fue san Carlos Borromeo, muerto en 1584. Los religiosos ocuparon un lugar decisivo y el gran modelo a seguir fue indudablemente la Compañía de Jesús.
Desde inicios del siglo XVI los nuncios eran sustancialmente
representantes del Papa como soberano temporal ante otros jefes de Estado. A partir de mediados de ese mismo siglo su misión se extendió también a la dimensión más propia de la reforma católica, procuraban que los obispos cumplieran e hicieran cumplir los decretos conciliares. Otro medio determinante de centralización eclesial fueron las llamadas visitas ad limina, es decir, las que todos los obispos locales tenían que hacer a Roma cada cuatro o cinco años para rezar ante las tumbas de los apóstoles, visitar al papa, dar cuenta pormenorizada del estado de sus diócesis y recibir las directrices correspondientes.
San Carlos Borromeo. |
Laboa Gallego manifiesta que el protestantismo destruyó las imágenes y proscribió el arte religioso, a lo que la Iglesia católica opuso a esta concepción el esplendor de sus colores, de sus mármoles y de sus materiales preciosos. San Pedro Canisio escribió: “Los innovadores nos acusan de prodigalidad en la ornamentación de las iglesias; se parecen a Judas reprochando a María Magdalena derramar perfumes sobre la cabeza de Cristo”. A los argumentos de los
protestantes contra el papado contestaron muchos teólogos e historiadores, pero la respuesta más contundente fue la misma basílica de San Pedro. En su fachada, terminada en 1612 bajo el papa Pablo V, no hay más que un bajorrelieve, pero éste representa a Jesucristo entregando las llaves al príncipe de los apóstoles. La donación de las llaves expresará, pues, en lo sucesivo no solamente la fundación de la Iglesia, como decían los protestantes, sino también la creación del papado por el propio Jesucristo.
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