Fausto. El hombre que de repente se da cuenta de que ha envejecido y que no ha vivido la vida. Un hombre lleno de conocimiento, pero vacío de sabiduría. El hombre que desea una segunda oportunidad, una segunda vida para vivir. Fausto, el hombre que vende su alma al diablo a cambio de una segunda oportunidad. Un personaje legendario medieval que Christopher Marlowe y Jacob Bidermann habían escenificado en sendos dramas y que Goethe acabó de convertir en un icono universal. Fausto es el hombre que encarna el anhelo por el conocimiento, por el saber, pero también la pasión por la vida y la belleza. Hombre de estudio y de laboratorio, es también un hombre de acción. Viejo, pero vividor, vital y con ansias juveniles. Toda una vida dedicada al estudio no le ha servido para convertirse en
sabio. Exasperado, quiere sentir la pasión y quiere librarse a ella inmediatamente. La pasión, la vida, la juventud, la belleza y la sabiduría son tentaciones demasiado grandes para resistirse a ellas.
Fausto ha aprendido finalmente, cuenta Gener, que la clave no reside en contar los días, sino en hacer que los días cuenten. Pequeña inmensa diferencia para vivir una vida,
“El ayer no existe, el mañana aún no ha llegado. Solo tenemos el hoy, a por él, entonces”, dijo la madre Teresa de Calcuta.
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