A un precio de 500 dólares por cada millón de nombres se puede montar una lista de correo que con una respuesta positiva de sólo 1 por cada 100.000 puede ser rentable, frente a la proporción de 1 por cada 100 del correo basura de papel.
Por otra parte, lejos de ser una perversión del concepto ciberlibertario, el correo basura nace directamente de sus principios más básicos. Toffler, Dyson, Barlow y demás especifican claramente que la gran característica definitoria de internet es la libertad de expresión ilimitada y no sujeta a norma alguna; esto no sólo incluye, sino que afecta por encima de todo a la actividad económica. Por supuesto, cuanto más correo basura se envíe, menos eficaz será, pero su sobreabundancia anima a los expertos en marketing cibernético a redoblar sus esfuerzos y mandar cada vez más copias del mismo mensaje. De este modo se inicia una
perfecta carrera hacia el abismo, y la red completamente atascada por el exceso de correo basura se convierte en la trágica culminación de la utopía ciberlibertaria. Por desgracia, este problema es difícil de solucionar, opina Andrew Potter, pero habrá que intentarlo si queremos que internet siga siendo viable. Los fanáticos del ciberanarquismo se niegan a aplicar una normativa para controlar el correo basura, con el argumento de que acabaría con la ilimitada libertad de internet.
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