“La sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar alegría. Porque la alegría tiene otro origen, es espiritual. El dinero, el confort, la higiene, la seguridad material no faltan con frecuencia; sin embargo, el tedio, la aflicción, la tristeza, forman parte, por desgracia, de la vida de muchos”, comenta Escrivá de Balaguer.
Y añade San Josemaría que “la felicidad verdadera, la que perdura por encima de las contradicciones, del dolor y de la
muerte, es la de quienes se encontraron con Dios y supieron seguirle en una entrega generosa, es la alegría del anciano Simeón al tener en sus brazos al Niño Jesús (cfr. Lc 2, 29-30), es el inmenso gozo de los Magos al encontrar de nuevo la estrella que habían perdido en el camino de Belén (cfr. Mt 2, 10), o el alborozo de los Apóstoles cuando se encuentran con Cristo Resucitado (cfr. Jn 20, 20), etc”.
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