La influencia del estoicismo sobre el derecho romano fue muy profunda, cuenta Reginald Barrow. Estoicos fueron muchos de los romanos más cultos y reflexivos, y muchos fueron también jurisconsultos. El derecho civil romano, o sea, el derecho aplicado entre los ciudadanos, se había ido ampliando gradualmente a medida que los romanos entraban en contacto con otras naciones que tenían sistemas jurídicos y costumbres propios. Las semejanzas que se observaban hicieron pensar que quizá existiese una base común de ideas comunes, sobre la que podría establecerse un sistema jurídico más amplio. De aquí surgió la idea de un derecho de gentes. Pero los estoicos tenían una idea más amplia todavía. Su ideal consistía en vivir conforme a la naturaleza, y la naturaleza tenía un código de leyes que el filósofo podía vislumbrar. Se pensó que el derecho natural podría algún día restaurarse, pero entretanto
el derecho de gentes era una vaga réplica de aquél. Y así los jurisconsultos y los emperadores estoicos, con su interpretación de la ley, más bien que con nuevos estatutos, procuraron que el derecho se acercase cada vez más a lo que ellos concebían que era el derecho natural. Así dio comienzo la larga historia de la idea de un derecho natural en el pensamiento europeo.
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