Alfonso XIII y Primo de Rivera. |
Cuenta Moa que con la dictadura de Primo de Rivera, y el PSOE colaboró con ella, desapareció el terrorismo anarquista (y el patronal), y republicanos y nacionalistas catalanes y vascos cayeron en una discreta pasividad, aunque la represión contra ellos fue suave, nada sangrienta, y siguiera publicándose mucha de su propaganda. Al mismo tiempo la gangrena marroquí quedó curada, y el desarrollo económico fue el más intenso habido hasta entonces. Sin embargo la dictadura sólo podía ser una solución transitoria. Cuando, a los seis años y pico, Primo de Rivera abandonó, salió a flote la arrasadora crisis moral de los partidos monárquicos y liberales, mientras saltaban a primer plano las fuerzas que el régimen liberal no había logrado encauzar. El 14 de abril de 1931 nacía la república.
Alcalá Zamora |
La mayoría de la gente no tenía, seguramente, sentimientos republicanos, y la I República era recordada, no sin razones, como una catástrofe. No obstante, el monarquismo estaba minado por un cáncer moral. La razón del súbito republicanismo de don Niceto Alcalá-Zamora y Torres la expone Miguel Maura, otro monárquico que le había precedido dos meses en la conversión: “La monarquía se había suicidado, y, por lo tanto, o nos incorporábamos a la revolución naciente, para defender dentro de ella los principios conservadores legítimos, o dejábamos el campo libre, en peligrosísima exclusiva, a las izquierdas y a las agrupaciones obreras”. Sonaba excesivo afirmar el suicidio de la monarquía entonces, pero en los meses siguientes pudo comprobarse en sus líderes una auténtica vocación autodestructiva. Sus políticos vacilaban o traicionaban al rey Alfonso XIII, muchos de ellos con un plus de bajeza o cobardía. En cambio los republicanos, todavía pocos y divididos, agitaban combativamente.
Moa asegura que la república nació bajo el impulso y dirección de unos monárquicos de la víspera, católicos y fundamentalmente conservadores. Y nació en paz, gracias, no a los republicanos, resueltos a la violencia desde el principio, sino a la decisión monárquica de no oponerles resistencia.
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