Cárcel de Málaga. |
Escribe el sacerdote Francisco García Alonso en su libro “Mis dos meses de prisión en Málaga”, que cuando tuvo que hacer de capellán involuntario en la cárcel de Málaga durante la Guerra Civil, les dijo a unos prisioneros que iban a ser fusilados al amanecer: “Morís tranquilos después de sacrificar el placer de vivir al cumplimiento del deber. Es que el fin del hombre no es vivir; hay algo peor que el morir, y es el vivir cuando el deber nos pidió el sacrificio de la vida. Entonces se vive sin derecho a ella. Saber morir a tiempo, morir bien, es nuestro fin. Si el suicidio es un pecado es porque el suicida dispone de lo ajeno contra la voluntad de su dueño; mi vida es de Dios. Pues cuando Dios, mediante el deber me pide la vida, querer retenerla entonces y sacrificar el deber al vivir, es pecado semejante, porque se dispone de lo ajeno contra la voluntad de su dueño. Dios me exigía la vida y yo se la he negado. No así vosotros. El cumplimiento del deber, es a veces amargo, pero recordar aquella frase encantadora: «el placer de morir sin pena, vale la pena de vivir sin placer»”. “Arrepentimiento en el cumplimiento del deber, ni se puede encontrar ni se debe buscar”.
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