El engaño moral asigna a las diferentes razas, sin suficiente fundamento, un orden jerárquico según una escala de valores. La falacia científica consiste en suponer un estrato biológico profundo que determina físicamente no sólo el aspecto externo, sino también imaginadas cualidades mentales y morales de las distintas razas.
El grave error, al que no escapó Darwin, de la ciencia y la política del XIX y parte de la del XX fue sucumbir a la doble falacia racista. Muestra de ello es este singular testimonio de Abraham Lincoln: “Existe una diferencia física entre las razas blanca y negra que, en mi opinión, impedirá siempre que ambas convivan en condiciones de igualdad social y política. Y en la medida en que no pueden vivir de esa manera, pero han de seguir juntas, una debe ocupar la posición superior y otra la inferior, y yo, como cualquier otro hombre, prefiero que dicha posición superior sea asignada a la raza blanca”·. Las consecuencias del prejuicio racista, que pudo poner semejantes palabras en boca del campeón de la lucha contra la esclavitud de los negros en Norteamérica, cobrarían realidad en la triste historia del colonialismo europeo, los crímenes nazis o el apartheid sudafricano.
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