Si alguien, por ejemplo, se acordara de la frase de Cristo según la cual la primera piedra debe ser arrojada sólo por quien esté libre de pecado, es plausible que este alguien se pregunte por qué esos robustos muchachotes que han crecido con galletas vitaminadas y son propietarios de todoterrenos carecen de ese sentido del pecado (o de la culpa) que podría inhibirles del tirar piedras. A mí, dice el profesor Antonio Tabucchi, que no soy creyente, pero que he leído los evangelios y que he reflexionado mucho sobre esa frase de Cristo (una frase que por lo demás considero muy intelectual), me interesa comprender por qué esos chicos han perdido el sentido del pecado hasta tal punto que pueden transformarse en ángeles del mal en la más ordinaria cotidianidad.
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