La televisión se ha transformado en un gigantesco escaparate en que los exhibicionistas se exponen sin falsos pudores y los mirones hacen sus delicias. Incontables son los programas de televisión que se dedican a eso. Al entreverarse íntimamente las vidas privadas y las vidas públicas, ¿quién, bajo la tutela de una matrona alcahueta disfrazada de psicoterapeuta, o la supervisión de una Lolita con sonrisa de hiena, pondrá reparos a hablar de su vida íntima? El político deseoso de notoriedad, la starlette ávida de publicidad, el cantante que pretende regresar a la palestra de la actualidad, el escritor que busca lectores, el aristócrata venido a menos que intenta redondear sus fines de mes, nadie titubea a la hora de confesar su impotencia sexual, sus traumas infantiles, sus estremecimientos intelectuales o su inmoderada pasión.
El presentador de 'Sálvame Deluxe' |
Cuenta Maffesoli que lo que antaño había sido el fuero interno, ese foro en el que el alma dialogaba consigo misma, se invierte en su contrario. Rumores y chismes están en el candelero. Ahí es donde el entrecruzamiento de la vida privada y la vida que se expone públicamente colma el voyeurismo apenas reprimido de las masas y satisface, finalmente, a los actores de estos indecentes shows televisivos.
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