La menor humedad relativa y la mayor concentración de personas en lugares cerrados favorecen el desarrollo del virus. Hoy en día, un equipo de investigadores cree que en este proceso también intervine la menor producción de vitamina D durante el invierno. Dicho compuesto no se encuentra como tal en los alimentos, sino que se forma cuando ciertas sustancias presentes en la piel, llamadas esteroles, se transforman por acción de la radiación ultravioleta de la luz solar. Los estudiosos creen que, al disminuir la intensidad de la radiación solar en el invierno, se debilita el sistema inmunitario, lo cual abre el paso a la infección viral. Estudios realizados en Rusia mostraron que un grupo de personas a quienes se les inoculó un virus atenuado durante la época invernal fue ocho veces más propenso a contraer gripe que el grupo tratado en verano. Otro estudio reveló que sujetos con niveles en sangre más bajos de lo normal de vitamina D fueron mucho más proclives a contagiarse de la gripe que aquéllos con índices regulares.
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