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José Ortega y Gasset |
Para Ortega lo peculiar de aquello que amamos consiste en su ser imprescindible. No imaginamos nuestra vida sin todo a lo que profesamos un sincero amor. Por eso, al amar donamos a lo otro una parte de nosotros, como si se tratara de “una ampliación de la individualidad” que se funde con nosotros. El ser, en expresión de Aristóteles, se dice de muchas maneras. Y en sus múltiples manifestaciones siempre se esconde un fondo espiritual del que solo nos hacemos conscientes a través de esta peculiar doctrina orteguiana del amor. El amor liga todas las cosas entre sí en una estructura esencial, por lo que, en expresión del filósofo madrileño, “amor es un divino arquitecto que bajó del cielo”. Por el contrario, todo cuanto supone inconexión y desmembramiento encierra la más pura y violenta destrucción, cuyo baluarte es el odio.

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