Cuando quienes hubieran podido elegir la carrera militar ven cómo decaen los atractivos de este oficio, se ven disuadidos por ello. Según Alexis de Tocqueville, éste es un hecho que se da especialmente en los ejércitos democráticos en tiempo de paz. “Cuando un pueblo se ve abandonado por el espíritu militar, la profesión de las armas deja inmediatamente de ser tenida por honrosa y los militares descienden por debajo de los funcionarios públicos; se les estima en muy poco y dejan de ser comprendidos… De ahí procede un círculo de causa y efecto del que resulta difícil escapar, lo mejor de la nación vuelve la espalda a la profesión militar porque esta profesión no recibe honores, y la profesión no recibe honores porque lo mejor de la nación ha dejado de seguirla”. En pocas palabras, personas seguramente menos capacitadas son llamadas a llevar a cabo una tarea más difícil en la que el error se paga más caro, y en la que la responsabilidad, en las esferas más altas, es asombrosa.
Una decisión incorrecta del gerente de una empresa, o de un consejo de administración, puede costar mucho dinero y dejar muy deprimidos a una gran cantidad de accionistas, pero los errores militares han costado cientos de miles de vidas e incalculables sufrimientos tanto a soldados como a civiles.
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