Agotado por tanto trabajo y hundido en la miseria al ver que todos sus esfuerzos por triunfar son inútiles, Mozart enferma, y tras el estreno en Viena de su ópera La Flauta mágica, muere el 5 de diciembre de 1791 sin haber acabado un misterioso encargo que le había hecho un misterioso personaje, un Réquiem que él piensa que es para su propio funeral. Tenía treinta y cinco años. A su entierro, en medio de una fuerte tormenta, no acude nadie. Su féretro es llevado por un cochero en un carruaje al que sigue únicamente un perro.
Se dice que Beethoven llevaba siempre consigo una copia de la lámina de Vigneron El entierro del pobre, como recuerdo del triste final de Mozart.
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