José Antonio Primo de Rivera hacía el 14 de marzo de 1936 desde la Dirección General de Seguridad, donde se hallaba detenido acusado de ser el responsable político de diversos atentados cometidos por la Falange contra miembros de la izquierda, todo ello en el contexto de una espiral de violencia que también se había cobrado víctimas entre las filas falangistas. Decía Primo de Rivera a sus seguidores: En la propaganda electoral se dijo que la Falange no aceptaría, aunque pareciera sancionarlo el sufragio, el triunfo de lo que representa la destrucción de España. Ahora que eso ha triunfado, ahora que está el poder en las manos ineptas de unos cuantos enfermos, capaces por rencor de entregar la Patria entera a la disolución y a las llamas, la Falange cumple su promesa y os convoca a todos, estudiantes, intelectuales, obreros, militares, españoles, para una empresa peligrosa y gozosa de reconquista. No menos agresivas eran por aquel entonces las proclamas de Largo Caballero. El dirigente socialista, en un mitin en Cádiz celebrado el 24 de mayo, había vaticinado: Cuando el Frente Popular se derrumbe, como se derrumbará sin duda, el triunfo del proletariado será indiscutible. Entonces estableceremos la dictadura del proletariado, lo que… quiere decir la represión… de las clases capitalistas y burguesas. Cabe recordar que tanto Primo de Rivera como Largo Caballero eran, cuando pronunciaron sendos discursos, diputados al Congreso, con lo cual sus palabras no sólo ponen en evidencia la hostilidad extrema entre facciones políticas, sino también el desprestigio de la institución legislativa para encauzar el debate político.
El PSOE, a causa de las graves disensiones internas que acumulaba, se veía incapacitado para administrar su victoria electoral. Las luchas internas entre los seguidores de Prieto, que avalaba plenamente el programa de mínimos del Frente Popular, y los partidarios de Largo Caballero, que propugnaba la unidad de acción revolucionaria con los comunistas e, incluso, anarquistas, no menguaba sino que se acentuaba. La UGT se mostraba dispuesta a suscribir el pacto ofrecido por los confederales, mientras que las Juventudes Socialistas ya se habían fusionado con las comunistas. Este cúmulo de disparidades justifican que Salvador de Madariaga afirmara que “La circunstancia que hizo inevitable la guerra civil en España fue la guerra civil dentro del PSOE”.
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